Esclavos en el Paraíso:«La caña del tío Tom»

Haitiano en dominicana

Cada año hay más de 20.000 haitianos que cruzan la frontera para trabajar durante el período de la zafra en República Dominicana. La gran mayoría de estas travesías son ilegales y son el resultado de un programa organizado, conocido por las autoridades, y efectuado bajo la tolerancia de la oficina de inmigración y de la policía dominicana. Como compensación de esta mano de obra barata, las compañías azucareras dominicanas indemnizan al gobierno de Haití, con una suma aproximada de 30¤ por cada trabajador, mas otra suma adicional y fija destinada a los buscones (aquellos que se ocupan de reclutarlos). Una vez que los grupos han sido constituidos, los ómnibus de las empresas azucareras los llevan a los bateys (villas miserias compuestas de barracas en las que luego son distribuidos). En busca de una vida mejor, los braceros (cortadores de caña) se dan cuenta muy pronto de las condiciones infernales de trabajo.

En los cañaverales los trabajadores se someten a la monotonía de la rutina, con un promedio de 15hs de trabajo por día y sin ninguna garantía de sueldo. Por cada tonelada de caña cortada, perciben alrededor de 45 a 80 pesos. ¡Es decir menos de 1,6 €! Los que tienen más experiencia o los más robustos, llegan a cortar hasta una tonelada y media, por día. Los sueldos se pagan con cupones de racionamiento, que remplazan el dinero, y solo permiten comprar alimentos en los colmados, (negocios rudimentarios de los bateys). Con estos cupones apenas logran alimentarse para sobrevivir. En la ausencia total de un espacio jurídico, la única ley que rige en los cañaverales es la de los capataces de las respectivas compañías azucareras.

Si todos soportan las condiciones inhumanas de trabajo y los malos tratos provenientes de los capataces, es raro que los cortadores de caña intenten huir. Amenazados por los guardianes, privados de sus documentos de identidad, incomunicados de todos y demasiado pobres para ahorrar, los braceros se ven pronto reducidos al silencio, a la resignación y se convierten así en trabajadores prisioneros de por vida. Incrementando así el número de viejos (los trabajadores que viven en el batey desde hace mas de 30 años) _ « Los que intentan escaparse son atrapados por los guardianes y castigados con el machete » declaran los braceros. Muchos son aquellos que desaparecen después de una tentativa de evasión y numerosos los que desconocen por completo su condición de hombres libres. Reclutados por los buscones, los cortadores se ven privados de sus papeles de identidad y reciben en cambio un carné de trabajador establecido por el Consejo de Estado del azúcar.

(JPG)Desprovistos de todo tipo de seguridad social y a pesar de que se les retenga 1 peso del salario con esa finalidad, los trabajadores no gozan de ningún servicio de salud. Solo en ciertos bateys públicos, por accidente o enfermedad. En esos casos, los braceros no perciben ningún cupón de racionamiento y para alimentarse solo dependen de la solidaridad de los demás. Muchos de ellos sufren de malnutrición, de dolores musculares, de enfermedades crónicas, heridas, llagas, infecciones, etc…. Si las condiciones climáticas impiden el trabajo en los campos los trabajadores no cobran salario alguno, por lo cual muchos afrontan el trabajo en el lodo y bajo la lluvia solo para poder sobrevivir. Yo viví cinco meses en los bateys al lado de estos cortadores de caña haitianos.

Para no ser reconocida como fotógrafa por los dirigentes de la explotación y por los capataces, acompañaba un grupo de misioneros que trabajaban al lado de dos sacerdotes, gracias a quienes éste reportaje ha sido posible.

El padre Christopher Hartley de origen español y el padre Pierre Ruquoy de origen belga, que fue despedido en menos de tres días, después de haber pasado los últimos treinta años de su vida al lado de los braceros. Motivo: Acusado de haber mediatizado demasiado la situación en los bateys.

Este trabajo fotográfico está acompañado de grabaciones sonoras tomadas en vivo en el lugar. Los cantos haitianos escritos por ellos mismos, evocando a Dios y la esclavitud, como así también la atmósfera y el ambiente de los bateys, la cosecha y los cañaverales en llamas, símbolo de la explotación.

Este reportaje ha sido publicado en el diario Courrier International, en Diciembre 2005, bajo la forma de un portafolio de 4 páginas y un libro acompañado de un CD audio con los cantos haitianos está en curso de preparación.

Céline Anaya Gautier